Guadalupe García, una mexicana de 42 años del grupo Inmigrantes Unidos Por Pahuatlán, recuerda el día de la destrucción del lugar de sus sueños.
Fue el viernes 10 de octubre, y lo vio por Facebook, entonces todos los accesos carreteros de Pahuatlán, en la Sierra Norte de Puebla, fueron destruidos por las lluvias torrenciales.
Los puentes rotos; los autos hundidos en el agua turbia; los postes de electricidad tirados; la red hidráulica destrozada por el alud de agua, lodo y piedras que bajó de las montañas verdes y los animales arrastrados por la corriente.
Lo recuerda desde Carolina del Norte, Estados Unidos, donde vive desde hace 21 años, y vuelve a tener un golpe de nostalgia.
"Uno conoce los barrios, los recuerda, y dice: 'bueno, ahí yo no vivo'. ¿No? Pero aun así, no puede uno ser indiferente", dice.
Guadalupe García tiene 21 años, media vida, desde que salió de Pahuatlán y se fue 3 mil 259 kilómetros al este de Estados de Unidos, al condado de Durham, a una zona llamada "Pahuatlán Chiquito", y no ha regresado, ni cuando murió su madre, pero aún habla como si ahí estuviera su casa.
"Hice mi familia aquí (en Durham) pero tengo la fortuna de que mi esposo también sea de Pahuatlán, sabemos que ya no vamos a regresar con toda la familia que hicimos aquí, pero nuestro sueño es pasar la vejez pasar en Pahuatlán", afirma.
En el Pahuatlán de sus sueños, porque por ahora sigue destrozado. La noche siguiente de la destrucción, el Alcalde Eduardo Romero logró conseguir una antena satelital y pidió ayuda en una transmisión en Facebook.
"No hay acceso, no hay acceso. La carretera del Honey a Pahuatlán está destrozada. Le calculamos que si nuestro Gobernador nos ayuda, que si nuestra Presidenta de la República nos ayuda, la rehabilitemos en uno o dos meses. Tengan paciencia. Pahuatlán no tiene luz, Pahuatlán no tiene conectividad, estamos trabajando con esta única antena satelital. Los alimentos ya los empezaron a encarecer y ya no tenemos. Tenemos comida nada más para mañana", dijo.
Más tarde, reportaría dos personas fallecidas y que la ayuda llega a cuentagotas.
En el pueblo de Atlontongo, los pobladores juntaron 137 mil 177 pesos para los trabajos para abrir el camino, y vía telefónica, el presidente auxiliar de la comunidad, Ricardo Alvarado, dijo el viernes pasado que apenas se asoma el sol.
"Ya estamos bien, hasta ahorita ya estamos bien, gracias a Dios. Todo se tapó, lo que es la entrada, se destruyó, y la abrimos con nuestras propias manos, pero seguimos esperando maquinaria. Tampoco hay agua", advirtió.
En Durham, en tanto, el grupo de Inmigrantes Unidos ha buscado cómo recabar apoyo. Ayer sábado una kermés de menudo, barbacoa y tamales, y una rifa.
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